FARMACONTAMINACIÓN – LA AMENAZA SILENCIOSA

La contaminación por fármacos o farmacontaminación constituye una amenaza global para el medioambiente y para la salud humana. El consumo de medicamentos no para de crecer y este incremento hará que, paralelamente, el volumen de residuos medicamentosos que acaba en el medioambiente también aumente.

Los medicamentos pueden llegar al medio ambiente por muchas vías: producción, consumo y manejo de los residuos.

Hasta el momento, se han detectado residuos de más de 700 fármacos diferentes en el medio ambiente, principalmente en aguas residuales, ríos y lagos, pero también en suelo, aire e incluso en el agua del grifo que bebemos.

Según un estudio realizado en varios países, el Manzanares es el río más contaminado por fármacos entre los analizados en Europa, incluyendo el Támesis (Reino Unido), el Sena (Francia) y el Danubio, que atraviesa una decena de países.

A nivel global, la fuente principal de esta polución son las aguas residuales urbanas. Una parte del fármaco o principio activo que ingerimos con los medicamentos es excretado por nuestro organismo a través de la orina o las heces, ya sea intacto o transformado en metabolitos. Estos fármacos y sus metabolitos acaban en las estaciones de depuración de aguas residuales que, al no estar concebidas para tratar este tipo de compuestos, no son capaces de eliminarlos por completo y, como resultado, cada día se libera del vertido de las depuradoras una cantidad importante de fármacos a las aguas superficiales. Este tipo de aguas es uno de los recursos hídricos más utilizados en agricultura. Cuando en ella se encuentran disueltos residuos de medicamentos fruto, en parte, del consumo humano, existe un riesgo para la seguridad alimentaria debido a su posible entrada en las plantas de cultivo que acaban en nuestra mesa, como cereales, hortalizas, frutas, etc.

La presencia de los residuos de medicamentos en los recursos hídricos aún no está regulada. Sin embargo, la Unión Europea (UE) ha establecido unas “listas de observación” con el objetivo de recabar datos de seguimiento de sustancias para las cuales hay sospecha de que pueda existir un riesgo significativo para el medio acuático y, a través de éste, para el ser humano.

El problema específico de los fármacos frente a otros tipos de contaminación es que se trata de moléculas que están diseñadas para desencadenar cambios biológicos, así que el daño puede ser aún mayor, aunque menos visible, que el de otros contaminantes, incluso en concentraciones extremadamente bajas. Las consecuencias indirectas son enormemente graves. Por ejemplo, en el caso de los antibióticos, cuya excreción al medio puede sumar unas 125.000 toneladas al año, su presencia en las aguas fomenta la aparición de superbacterias resistentes a estos medicamentos.

La presencia en las aguas del antidepresivo fluoxetina (Prozac), provoca cambios de comportamiento en peces, moluscos y crustáceos, incluyendo la adopción de conductas de riesgo ante sus depredadores, respuestas territoriales menos agresivas o una atracción anómala hacia la luz. Estos efectos nocivos se transmiten a otras especies a través de la cadena alimentaria: los estorninos adquieren el fármaco de los invertebrados de los que se alimentan, y se ha observado que las hembras expuestas a la fluoxetina resultan menos atractivas para los machos.

Los medicamentos han sido, son y serán necesarios; son fundamentales para tratar muchísimas enfermedades y mejorar la calidad de vida de los pacientes. Sin embargo, la farmacontaminación es un problema que también hay que abordar.

Existen posibles opciones para mitigar este problema actuando en los diferentes sectores de la producción de medicamentos y, a nivel de eliminación de residuos, a través del punto SIGRE y del tratamiento de las aguas residuales. Además, es esencial fomentar un uso correcto y adecuado de los medicamentos, es decir, usarlos de forma “racional”, con una perspectiva de “una única salud” o “One Health”, tratando de conseguir una salud óptima para las personas, los animales y el medioambiente, teniendo en cuenta las relaciones existentes entre ellos.

En definitiva, para solventar este problema se necesita, en gran medida, la colaboración de todos los agentes implicados y muy concretamente la de los pacientes, porque conseguir un planeta más saludable es responsabilidad de todos.

 

Cristina Barros Fuentes

Doctora en Biología

Docente del ciclo de Farmacia y Parafarmacia en EFA Valdemilanos