Para conseguir el éxito en todos los ámbitos de nuestra vida se deben desarrollar competencias personales que ayuden a la óptima gestión de las situaciones que se presentan en el entorno laboral. Para alcanzar tal objetivo tenemos como aliada la Inteligencia Emocional, entendida como la capacidad de reconocer, aceptar y gestionar nuestras respuestas emocionales para conseguir nuestras metas y para relacionarnos de forma productiva y saludable con nosotros mismos y con los demás.

Cuando algo se presenta como reto y nos obliga a impulsar nuevas habilidades, no siempre somos capaces de activar nuestra voluntad y de mantenernos con firmeza en nuestros propósitos. Es por ello, que la inteligencia emocional nos ayuda a identificar con precisión aquellas respuestas emocionales que más contribuyan a motivarnos.

El crecimiento personal está muy ligado a que nos conozcamos mejor y a que descubramos nuestras verdaderas motivaciones y metas para orientar nuestros comportamientos.

Dicho crecimiento personal contribuirá a que gestionemos nuestra capacidad de actuar eficazmente frente a las situaciones conflictivas, tan presentes en nuestra vida profesional.

Educar y potenciar la inteligencia emocional tiene mucho que ver con lograr comprender cómo se producen nuestras emociones, ya que están estrechamente ligadas a nuestros comportamientos.

Está demostrado que las empresas que promueven en sus empleados las competencias de inteligencia emocional y las tienen en cuenta en iniciativas de cambio, reducen costes asociados con la rotación, el absentismo y el bajo rendimiento.

Diferencia entre Inteligencia Emocional y Educación Emocional

Hay mucha confusión entre lo que significa cada una de ellas:

Mientras que la Inteligencia Emocional responde a la capacidad de ser consciente y gestionar tus emociones y las de los demás para:

  • Cuidar tu equilibrio emocional.
  • Orientarte hacia tus objetivos.
  • Construir relaciones sanas y positivas.

La educación emocional, se entiende como el proceso pedagógico a través del cual se entrenan y perfeccionan las competencias que engloba la inteligencia emocional. Este proceso debe cumplir una serie de características, entre las que cabe destacar:

  • Estar sistematizado y estructurado, adaptando los objetivos a cada edad.
  • Ser vivencial, para generar emociones, introspección y aprendizaje.
  • Perduraren el tiempo y generar hábitos en el día a día escolar.

Es muy importante fomentar las competencias de inteligencia emocional en los programas de educación emocional.

La inteligencia emocional se compone de competencias personales y sociales:

Las Competencias Personales, son clave para conocerse, valorarse y auto-gestionarse, tomando decisiones responsables, coherentes e íntegras. Para ello es necesario tener plena conciencia de uno mismo, mediante el autoconocimiento, la comprensión emocional y la autoconfianza adquiriendo seguridad en uno mismo. Todo ello, se fortalece mediante el desarrollo de la autoestima.

También es muy importante la autogestión emocional, reconociendo, aceptando, canalizando las emociones, frenando los impulsos que puedan derivar en conflictos, tomando decisiones responsables y coherentes de acuerdo a nuestros propios valores. Trabajando el pensamiento positivo, la resiliencia para aprender a superar la frustración ante los posibles obstáculos que se nos presenten en nuestro camino, nos conduce directamente a que salgamos fortalecidos en el proceso.

Mientras que las Competencias Sociales, son esenciales para construir relaciones respetuosas, y colaborativas, generando así, un buen clima de convivencia. Para lograrlo es necesario trabajar la conciencia social que implica ser consciente de las emociones y necesidades de las personas que nos rodean, mediante la comunicación no verbal, siendo conscientes de su propia comunicación, así como hacia la empatía y escucha activa que desarrollan la sensibilidad de las emociones de los demás, entrenando la capacidad de ampliar el punto de vista, escuchando y comprendiendo la forma de pensar y sentir de los compañeros.

A todo lo anterior, hay que añadir una buena gestión de las relaciones, teniendo la habilidad suficiente de conectar con los demás, colaborar, superar las diferencias y establecer relaciones respetuosas y constructivas, impulsando además la comunicación asertiva, la capacidad de resolución de conflictos, de trabajo en equipo y colaboración. Para ello, la mejor forma de ejercitar esta competencia es a través del uso de técnicas de aprendizaje cooperativo, realizando actividades en grupo. Proponiendo realizar una autoevaluación y feedback de cómo han escuchado, empatizado, expresado sus opiniones, han llegado a acuerdos, etc., son técnicas que nos ayudarán a crecer tanto a nivel profesional como humano.

 

Marivi Nuño Laguna

Profesora Recursos Humanos y FOL – Efa La Serna