El “Efecto Jorge”.

Introducción:
Ya hace más de un año que las mascarillas forman parte de nuestra indumentaria habitual. Con el fin de frenar la transmisión del Sars-Cov-2, nos hemos visto obligados a utilizarla de forma
continua fuera de casa, en espacios abiertos y en espacios cerrados como iglesias, supermercados, escuelas, institutos y centros de salud, entre otros. Por este motivo, nos hemos esforzado en reconocer a cada persona, y en procesar su imagen, sólo con la mitad de la información visual y facial que recibimos, es decir, lo relativo al tercio facial superior, como por ejemplo, los ojos, las pestañas, las cejas, la frente, el pelo, la raíz nasal. Son muchos los rasgos faciales que no podemos ver, al estar ocultos bajo la mascarilla, como toda la información estética que nos conferiría la nariz, los labios, las mejillas, el maxilar, la mandíbula y el mentón.

Desarrollo:
Las mascarillas, con independencia de su forma o color, interfieren en el proceso de percepción de un rostro, al que, acostumbramos a verlo cubierto por ellas. Es el caso del profesorado, del alumnado, y de colectivos que pasan horas de jornada con el tercio inferior facial tapado. Concretamente, el alumnado del curso 2020-2021, ha supuesto en el profesorado un reto para la percepción y dominio de su reconocimiento facial.

Les escribe Elena, odontóloga y tutora de primer curso del CFGS Higiene Bucodental, del centro educativo de Formación Profesional en la EFA“El Gamonal”, de Alcázar de San Juan.

Al comienzo del curso escolar, hemos conocido a nuestros nuevos alumnos con la mascarilla incorporada. Tan sólo de forma casual, en los recreos, con carácter puntual, hemos ido conociendo “nuevos rostros”, incorporados por nuestras retinas, que, a veces, poco o nada tenían que ver con la percepción que, previamente podríamos tener. Poco a poco nos damos cuenta de que esta sensación de percibir algo que no se corresponde después con la realidad, es universal, propio de la especie humana.

Concretamente, es el caso de una joven de 16 años, que acudió al gabinete dental para hacerse una revisión. Antes de retirarse la mascarilla, nos comentó al equipo de higienistas ( por cierto, antiguas alumnas de la EFA “El Gamonal” y a una servidora, que sentía cierto pudor a quitársela, temiendo que su rostro, ante nuestros ojos, fuese una decepción, y así nos explicó de forma más concreta…

Este nuevo curso, tenía otros compañeros y desde el principio, ella percibía sus rostros e imaginaba, a la vez los rostros completos. ¿Más guapos? -le preguntamos- Inmediatamente ella nos respondió que sí. Nos habló de uno de ellos, Jorge. Tenía unos grandes ojos verdes, y ello hacía que lo encontrara bastante atractivo. Al quitarse la mascarilla, Jorge, no resultó tener un rostro
simétrico y equilibrado, tal y como ella lo había imaginado. Al contrario, le pareció un chico poco agraciado, incluso feo. Ella, absorta, lo llamó “efecto Jorge”. Su mente había creado una realidad distinta a la realidad física del muchacho, es decir, ella percibió grandes diferencias entre su creación y lo que realmente encontró. Y curiosa apreciación. Le comenté que le había sucedido algo natural, que le sucede al resto del mundo y que está relacionado con nuestra percepción. Según la Psicología, nuestro cerebro construye la realidad.

Con el uso de las mascarillas, ocultamos más de un tercio facial, lo cual hace que percibamos los rostros con la mitad de la información visual. Nuestro cerebro, desde sus orígenes, está entrenándose para construir figuras completas que permiten reconocer aquello que observa. Este fenómeno se conoce como “complementación amodal” y se genera, debido a que todo lo que percibimos, lo interpretamos con determinadas formas que responden a un estándar concreto, dentro de una estética y de un equilibrio.
Aunque percibamos fragmentos, el sistema visual del encéfalo los une y los relaciona, es decir, los reconstruye. Gaetano Kanizsa (1913-1993), psicólogo u fundador de Psicología de Trieste, en su libro “Gramática de la visión, percepción y pensamiento”, explica cómo nuestro cerebro necesita darle sentido a lo que ve, y eso, explica, en parte, las ilusiones visuales y vendría a explicar la idealización que realizamos de las facies, cuyo tercio facial desconocemos.

Triángulo de Kanizsa: Gracias a las líneas negras y a los círculos, dibujamos mentalmente un triángulo, sin trazo, pero resultante de las figuras que lo sustentan. Es una ilusión óptica que nuestro cerebro fabrica.

A través de las Leyes de la Gestalt, explicamos cómo las personas distinguimos entre varios elementos y cómo los organizamos en nuestra mente. La percepción se estructura según ciertas condiciones estimulares, ello explica por qué percibimos cualquier estímulo en la forma que lo hacemos. El término Gestalt, significa “forma” o “contorno”. Las leyes de la Gestalt nos ayudan a explicar qué ocurre cuando, en el caso que ahora nos ocupa, percibimos partes de un rostro, al que asociamos simetría y equilibrio, como le pasó a nuestra encantadora joven y su idealizado Jorge.

Nos explican cómo estructuramos nuestra percepción a través de la ley de proximidad, ley de semejanza, ley de continuidad, ley de contraste y ley de cierre. A través de la ley de cierre se explica cómo nuestro cerebro tiende a completar espacios de una composición cuando estos no llegan a cerrarse. Con la ley de semejanza, el cerebro busca el orden y la simetría, agrupando estímulos parecidos en tamaño, forma o color. Con la ley de proximidad, intentamos crear contornos donde no los hay, simplemente porque los elementos están más próximos. La ley de continuidad explica que existe una tendencia a percibir un todo, un conjunto bajo la misma forma, ya que percibimos unidos aquellos estímulos que tienen una continuidad. La ley de contraste explica cómo el cerebro percibe el tamaño de un elemento influido por la relación que tiene con otros elementos.

Conclusión:
Si a todo lo expuesto, añadimos que en la naturaleza existe una proporción natural, que podemos encontrarla en el orden de los pétalos de las flores, en las caracolas e incluso en el propio cuerpo humano, tal como Da Vinci preconizaba en “La Divina Proporción”( proporción áurea) no nos extrañemos de que, cuando encontremos rostros con mascarilla, y después los veamos sin ella, sintamos o tengamos la sensación de haber creado mentalmente un rostro mucho más bello y armónico que el que en realidad, tendríamos delante.

Bibliografía:
-Blubber.es/blog/logotipo-leyes-gestalt. Bubler Estudio creativo, S.L.

-¿“El cerebro nos engaña”?. Marita Castro. Asociación Educar para el desarrollo humano.

– “El número aureo en el cuerpo humano. ”Número de oro o Divina Proporción.
Tunuevainformación. La revista de los valores. Mª Inmaculada Asensio e Irene Mena.

-“Leer entre líneas”. Investigación y ciencia. Vilayanur S. Ramachandran. Diana Rogers-
Ramachandran.

Mª Elena Boluda Sánchez-Mellado.

Odontóloga y tutora de 1º del CFGS Higiene Bucodental. Centro Educativo de Formación
profesional EFA “El Gamonal”, Alcázar de San Juan.